miércoles, marzo 01, 2006



Doy un rodeo y solo encuentro escombros. El rey Midas se ríe desde su tumba señalandome con el dedo. Como todo ser humano, se ríe sabiendo que él tambien se pudrió en esa misma inmundicia. Recito en poesía mi último año de vida y al final de cada estrofa las rimas se tornan cacofonía. Busco esa eterna esperanza que hace que miremos esa misma palabra e intentamos darle vida. Pedí dias y mi propia maldición las convirtió en agonías. La cría de oveja que reside en los ahora yermos prados nunca me ha abandonado, y yo le he regalado sequía, muerte y oscuridad. La maldad inetntó matarla, hacerla desaparecer, y sucumbí cual feto tiene como dios al cordón umbilical. Me angustio preguntandome como pude maltratar algo que fluye en mi sangre, que flota en el aire que aporta la poca vida que me queda. Hago caso omiso al diezmo de los piadosos. Balbuceo estupideces a los ojos omnipresentes.

Este es el capítulo final. El Armaggedon de uno de los condenados que tu innata dictadura ha dispuesto a destruir. En nombre de los muertos de hambre. en honor de las cunas de enfermedades a los que no has dignado a salvar. En respuesta a la pena que me da ver tantos deseos de toda la gente rotos. Por una vez voy a reafirmarme en mi condición. No sucumbiré a la eternidad. No jugaré a ser Dios. Solo deseo la oportunidad de luchar conmigo mismo. De encerrarme en un zulo y vomitar hasta derretirme con mi ácido gastrico. Solo pido realizar lo que dicta lo único bueno que eres capaz de otorgar. Si esta última oportunidad nunca aparece, si de verdad es inutil preguntar el significado de esperanza, me rendiré. Mis dias serán recuerdos. Mis sueños, arrepentimientos. Mis ilusiones, relojes que giran al revés. No te pido nada, Dios, Vida, Destino, lo que tengas el valor de ser. Solo te reto a que seas sincer, a que tengas la valentía de matarme definitivamente. A que me tumbes, a que hagas que la sangre sea inocentes témperas, que el dolor sea una mera anécdota. Atrevete, atrevete a enfrentarte a la naturaleza, belleza y amor residente en ese tierno animal que es la joven res, ese mamifero, esa ovejita, que habita en la asquerosa y destruida cantera que ahora és mi corazón. Sí, deseo los recuerdos, pero ellos forman parte de lo que una vez fui, y deseo ser, junto a eso que me lo consiguió lograr.

Esta es tu última oportunidad, maldito sendero del infierno que eres, día a día, todo en todo. Llamate como quieras. Yo nuca lo haré. Tengo lo que necesito para vivir, y lo que llegue no me lo otorgarás tú. Bastante lloro y seguiré llorando. Más oscuridad que el daño hecho por uno mismo solo existe en los cuentos del que se arrepiente de haberlo hecho.

Te quiero.